jueves, 24 de febrero de 2011

Con la dignidad a cuestas

14.02.11 - 00:03 -
ZIGOR ALDAMA |

http://www.eldiariomontanes.es/20110214/sociedad/destacados/dignidad-cuestas-20110214.html

Un carro de dos ruedas con un asiento acolchado y una capota para que los pasajeros estén cómodos bajo el sol y la lluvia. Delante, un hombre que tira de él a través de dos largas varas situadas en la parte frontal. El concepto de transporte del 'rickshaw' no puede ser más sencillo. Ni más antiguo. Sin embargo, esta imagen que evoca fantasmas como los del colonialismo y la esclavitud, propios de grabados del siglo XIX y de añejas fotografías de principios del XX, sigue viva en una de las principales ciudades de un país que pretende convertirse en la punta de lanza de la globalización.
En Calcuta, India, se estima que unos 16.000 'tiradores' de este primitivo taxi continúan ofreciendo sus servicios en el casco antiguo de la capital del estado de Bengala Occidental. 6.000 tienen licencia oficial para operar. Y eso a pesar de que hace ya cinco años -seis décadas después que China- el Gobierno decidió introducir cambios en la normativa vigente, de 1919, para prohibir su uso por «inhumano» y «denigrante», dos calificativos que los trabajadores rechazan con tal fuerza que en repetidas protestas han llegado incluso a quemar autobuses. Así, el 'rickshaw', que nació en Japón para sustituir al palanquín y se popularizó luego en todo el continente, sigue todavía vivo.
No hay más que dar un paseo por la zona del 'New Market' de Calcuta para constatar que, además, goza de buena salud. Decenas de 'conductores' ofrecen sus servicios por unas pocas rupias (céntimos de euro), y todos los estratos sociales hacen uso de ellos. Es imposible no sorprenderse ante el anacronismo que provocan los jóvenes vestidos a la última, que actualizan su estado en Facebook con el Iphone mientras un hombre de edad avanzada tira del carro, que ocupan la calle en medio de un caos circulatorio indescriptible.
Muchos de estos 'pullers', como se los conoce en India, corren descalzos, lo cual provoca frecuentes infecciones en los pies, y su exposición a los elementos también hace que la tuberculosis sea prevalente entre ellos. De hecho, su trabajo es más demandado en la época de lluvias, cuando la ciudad desaparece bajo un manto de agua. No es extraño entonces que los tiradores de 'rickshaw' caminen con el líquido elemento, generalmente infecto, cubriendo hasta su cintura.
Empleos denigrantes
Pero las apariencias engañan, y el Sindicato de Rickshaws de Bengala asegura que este trabajo no es peor que el de mineros o agricultores. «En nuestro país hay empleos mucho más denigrantes, y millones de niños trabajando en ellos. Pero los políticos no hacen nada por abolirlos. ¿Por qué tanto debate con los 'rickshaw'?», se pregunta su director, Somen Mitra.
El porqué ya lo explicó el primer ministro del estado de Bengala Occidental, Buddhadev Bhattacharya, cuando tomó la decisión de ilegalizarlos. «La razón es humanitaria. En ninguna otra parte del mundo continúa esta práctica, y creemos que también debe cesar en Calcuta». Para el sindicato, no obstante, es solo una cuestión de imagen. India, el país de la deslocalización de los servicios y la revolución del 'software' no se puede permitir una imagen que en China se abolió por «burguesa y símbolo de la explotación».
Sin embargo, zonas turísticas de ciudades muy desarrolladas, como Kyoto en Japón, mantienen todavía el 'rickshaw' como medio de transporte para turistas nostálgicos en zonas en las que los medios de locomoción motorizados están vetados. Eso sí, los precios no tienen nada que ver con los de Calcuta. De hecho, a algunos tiradores, en su mayoría estudiantes universitarios en busca de unos yenes extra, solo les falta aceptar el pago con tarjeta de crédito.
Claro que en Calcuta los 'pullers' no tienen alternativa. La mayoría supera los 40 años y no ha ejercido ningún otro oficio. Las 150 rupias (2,8 euros) que se embolsan a diario de media son vitales para la subsistencia de la familia y, sin formación de ningún tipo, la reubicación de los tiradores es imposible. Así se entiende que cuando en 1996 el Gobierno decidió compensar con 7.000 rupias (115 euros) a quienes voluntariamente dejaran el 'rickshaw', nadie aceptara el trato. «Los 'rickshaw' seguirán formando parte de la ciudad hasta que muramos. Y no hay ley que lo vaya a impedir», reta un tirador que, si no consigue convencer a un turista de que se suba en su 'rickshaw', trata de ganar unas rupias vendiéndole la campanilla de hierro que utilizan para alertar de su presencia. Ni siquiera eso ha cambiado en el último siglo.

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