sábado, 26 de octubre de 2013

Mujeres saudíes desafían la prohibición de conducir pese a la presión del régimen

 http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/10/26/actualidad/1382785320_413614.html

 

Mujeres saudíes desafían la prohibición de conducir pese a la presión del régimen

Las autoridades tratan de cortar de raíz la movilización social por temor a que cunda el ejemplo

La campaña se refugia en las redes sociales, donde algunas mujeres se filman en su reto








Una activista conduce por Arabia Saudí.



El desafío de las saudíes por su derecho a conducir ha puesto nerviosos a los gobernantes del reino. Temerosos del éxito de la campaña que convocaba a las mujeres a ponerse al volante hoy, los responsables saudíes han advertido de las consecuencias e incluso realizado llamadas personales a varias activistas para que renuncien a su desafío. Ante esas presiones, las organizadoras han optado por evitar la confrontación y trasladar la cita a un inexistente 31 de noviembre (#Nov31Driving), un llamamiento abierto a conducir siempre que lo consideren oportuno. Justo ese aspecto de desobediencia civil es lo que más preocupa a las autoridades.
“Hemos pedido que no se conduzca hoy para evitar problemas con las autoridades, pero vamos a continuar la campaña por otros medios”, explica a EL PAÍS Hala al Dosari, una de las activistas.
No todas están dispuestas a renunciar sin embargo. “Buenos días. Estoy al volante y esperando a que salga el sol para run run por todo Yeddah”, ha escrito esta mañana Doua Mufti (@themufti). Al final, se ha echado para atrás, pero esta conductora no identificada ha salido bien temprano en Riad. Así se ha evitado los numerosos controles y coches patrulla que la policía ha desplegado hoy en la capital saudí. Poco después, y a plena luz del día, lo hacía May al Sawyan. Pero la movilización no se circunscribe a las grandes ciudades. También en Al Ahsa, en la provincia Oriental, ha habido conductoras hoy a pesar de las amenazas. En Yanbu, en la costa del Mar Rojo, la policía ha parado a una joven de veintipocos años y ha requerido a su tutor para que se hiciera cargo del coche, pero no la ha detenido.
Según avanzaba el día, se han ido conociendo más casos a través de vídeos colgados en YouTube, cuya autenticidad viene avalada por la palabra de las activistas. Un centenar de mujeres ya han roto el tabú desde que se lanzara la campaña a finales de septiembre. Aunque también hay quien asegura que no todas las saudíes quieren conducir. El problema es que no les dejan elegir.
En contra de la percepción inicial de que en esta ocasión los gobernantes no veían con malos ojos la demanda de las saudíes, en los últimos días se ha producido un cambio. Un centenar de clérigos se concentraron el pasado martes ante la Corte Real en Yeddah para pedir al rey que frenara la “occidentalización de las mujeres” a través del “complot” para conducir. Al día siguiente, el Ministerio del Interior emitió un comunicado que advertía contra la violación de las leyes del país y las “concentraciones y marchas con el pretexto de un supuesto día de las mujeres al volante”. Por si no quedaba claro, representantes del ministro, el influyente príncipe Mohamed Bin Nayef, llamaron por teléfono a varias activistas para que no participaran en la jornada ni animaran a otras mujeres a hacerlo.
El problema va más allá del derecho de las mujeres a conducir. Lo que realmente teme la familia real es este nuevo tipo de activismo social. La idea de que una movilización popular pueda verse como motor de cambio, en especial a la luz de las revueltas árabes que han sacudido la región desde 2011, suscita enorme preocupación. Por ese motivo, y a diferencia de la convocatoria de aquel año, las activistas se aseguraron en esta ocasión que la cita no cayera en un viernes, día no sólo de oración para los musulmanes, sino asociado con los levantamientos populares. También han evitado cualquier parecido con una manifestación, pidiendo a las mujeres que conduzcan de forma individual, a diferencia de la primera vez que lo hicieron en 1990.
“No creo que los gobernantes tenga un problema con que conduzcamos. Lo que no quieren es que la gente se organice por sí misma”, confirma Al Dosari. “El Gobierno quiere hacer las cosas a su manera, no ser percibido como que cede a la presión de las activistas”.
Lo que realmente teme la familia real es este nuevo tipo de activismo social a la vista de las movilizaciones en otros países árabes
De ahí, que hayan dado un aparente paso atrás para evitar el riesgo de detenciones, prisión y elevadas multas. Sin embargo, no piensan cejar. “No es un movimiento político sino la defensa del derecho a conducir, parte de una lucha por los derechos humanos que todas las mujeres, y cualquier persona, deben tener”, concluye Al Dosari.
Arabia Saudí es el único país del mundo en el que las mujeres no pueden conducir. Formalmente, no existe una ley que lo prohíba, pero en un país en el que los edictos religiosos a menudo tienen valor legal, la realidad es que no pueden sacarse el carné de conducir. Varias lo han intentado durante los últimos días en Yeddah acudiendo a una autoescuela, sólo para ver como las autoridades de tráfico rechazaban sus solicitudes. Por supuesto, sabían el resultado de antemano, pero querían poner en evidencia a sus gobernantes que a menudo se amparan en que la sociedad saudí no está preparada para que las mujeres conduzcan.
No opina lo mismo Aziza al Yusef, una profesora de la Universidad Rey Saud, que en una reciente conversación con esta corresponsal se mostró convencida de que existe respaldo social para acabar con el tabú. Muchos hombres saudíes están de acuerdo. No todas las familias pueden permitirse un chófer. Así que se quejan de que tienen una doble jornada laboral, en su trabajo y como chóferes de sus esposas, madres, hermanas e hijas.
Tampoco la oposición de los ultraconservadores constituye ya un argumento de peso. Los mismos clérigos ultramontanos que esta semana se manifestaron contra el derecho de las saudíes a conducir, también se han opuesto antes a que se incluyera a 30 mujeres en el Consejo Consultivo, se les diera el (simbólico) derecho a voto o a que pudieran mezclarse libremente con los hombres en la Universidad Rey Abdalá de Ciencia y Tecnología. En todas esas ocasiones, el rey ha desoído sus quejas.
Amnistía Internacional, Human Rights Watch y el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU han pedido a Arabia Saudí que acabe con la prohibición de que las mujeres conduzcan y que ponga fin a su discriminación social, entre otros abusos. La campaña, que los observadores han calificado de la mejor organizada que se ha visto en Arabia Saudí, ha generado una enorme simpatía en las redes sociales. Algunos usuarios de Twitter sugieren expresar el apoyo a las saudíes tocando el claxon delante de las embajadas del reino.

domingo, 3 de marzo de 2013

La Unesco pide aplicar internet a la educación para reducir el analfabetismo



 http://www.elconfidencial.com/ultima-hora-en-vivo/2013/02/unesco-aplicar-internet-educacion-reducir-analfabetismo-20130225-102784.html

La Unesco pide aplicar internet a la educación para reducir el analfabetismo


EFE - 25/02/2013

París, 25 feb (EFE).- La generalización de la conexión de banda ancha puede ser un útil "sin precedentes" para universalizar la educación y conseguir el objetivo de acabar con el analfabetismo en 2015, según un informe presentado hoy por la Unesco.
El acceso a internet puede permitir "reducir las disparidades en el campo de la educación, transformar los métodos de enseñanza y mejorar la creación de capacidades en beneficio de la economía globalizada", según el informe "Tecnología, banda ancha: hacer progresar el programa de la educación para todos".
Elaborado por el grupo de trabajo sobre la educación de la Comisión sobre la Banda Ancha, el informe ha contado con expertos de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT).
En el texto, presentado durante la jornada de apertura de la Cumbre Mundial de la Sociedad de la Información, que acabará el próximo miércoles, se establece que "la extensión del uso de la banda ancha es un medio para progresar hacia la meta de la universalización de la enseñanza primaria", uno de los "Objetivos del Milenio" fijados para 2015.
En la actualidad, 61 millones de niños en edad de estar en la escuela primaria están sin escolarizar, a los que hay que sumar otros 71 millones de potenciales alumnos de secundaria.
La Unesco calcula que de aquí a 2015 serán necesarios 1,7 millones de maestros en el mundo y que, en total, hay 793 millones de analfabetos, el 63 % de ellos mujeres.
El uso de internet de banda ancha puede contribuir a reducir estas cifras, según el informe, que señala también que la red puede disminuir las diferencias que existen entre el mundo rico y el menos desarrollado.
La directora general de la Unesco, Irina Bokova, indicó que la "brecha digital" contribuye hoy a agrandar las diferencias entre estos dos grupos de países.
Los 2.500 millones de usuarios de internet que hay en el mundo, según las cifras de la UIT, se reparten de forma desigual.
En los países en vías de desarrollo, sólo uno de cada cuatro ciudadanos tiene acceso a la red, mientras que en los países más pobres el porcentaje se queda en el 6 %.
En 17 países, el costo de internet equivale al 100 % del salario medio mensual.
El secretario general de la UIT, Hamadun I. Ture, destacó internet como un útil capaz de "fortalecer y mejorar la enseñanza" y aseguró que, además de instrumento educativo, aporta mejoras en "el diálogo y el mejor entendimiento de los pueblos".
El informe recomienda a los Gobiernos que se mejore el acceso a internet de banda ancha a los ciudadanos y a las tecnologías de la información y la comunicación, que deben integrarse en los programas educativos y de formación de los trabajadores.
Los docentes deben ser formados en este tipo de tecnologías que, además, deben adaptarse a los contextos locales y a las lenguas vernáculas de las distintas comunidades. EFE

La versión canadiense de 'Argo'

La versión canadiense de 'Argo'

El que fuera embajador de Canadá en Teherán en 1979 matiza la versión sobre la crisis de los rehenes que da la cinta de Ben Affleck

BEATRIZ BARRAL (Corresponsal en Nueva York)   03-03-2013
"En la película parece que yo sólo abría la puerta y servía vino. Pero espero que aprecien lo bien que servía vino". Ken Taylor se toma a broma la imagen que da de él la película 'Argo'.

Fotograma de 'Argo'
Fotograma de 'Argo'-
El que fuera embajador canadiense en Teherán en 1979, durante la crisis de lo rehenes, no da demasiada importancia a las inexactitudes históricas de la cinta de Ben Affleck. "Cuando la vi pensé 'ojalá hubiera estado allí'", dice provocando las risas de los asistentes a una conferencia en el Consejo de las Américas en Nueva York, donde reside desde hace años.
Taylor entiende que Hollywood se tome licencias creativas, pero tiene unas cuantas cosas que puntualizar sobre la película, que minimiza el papel de los diplomáticos canadienses para reflejar como héroe al agente de la CIA, Tony Méndez, interpretado por Affleck.
El embajador hizo mucho más que abrir la puerta y servir vino. Escondió a los americanos en su residencia durante tres meses, convenció al gobierno de Ottawa para que les expidiera pasaportes canadienses falsos y proporcionó información de inteligencia a la CIA para organizar su rescate.
"La película es un gran entretenimiento, pero si distorsiona tanto la historia, me pregunto que sabrán las generaciones más jóvenes", puntualiza su mujer Patricia.
Asalto a la embajada
El 4 de noviembre de 1979, un grupo de iraníes asaltó la embajada de EEUU en Teherán, enfurecidos porque el depuesto Sha, recibiera asilo en EEUU para recibir cuidado médico, después de haber huido de Irán.
Sesenta rehenes fueron retenidos en la embajada americana. Un puñado de ellos logró escapar y pidieron ayuda a los diplomáticos canadienses.
Lo ocurrido no se conoció hasta que la CIA desclasificó la operación. Ben Affleck rescató la historia tras leer un amplio reportaje en la revista Esquire y escribió Argo, que acaba de ganar el Oscar a la mejor película. Para el guión se basó en un libro del agente de la CIA Tony Méndez.
"Disfruté trabajando con Tony Méndez. Era un hombre muy inteligente y valiente. Pero estuvo en Irán un día y medio y nosotros vivimos con los diplomáticos americanos tres meses", puntualiza Taylor. A pesar de ello, Affleck no consultó con ellos hasta que la película estuvo terminada.
Cuando la película se estrenó en el festival de Toronto, el ex embajador no fue invitado. Pero la prensa canadiense no dejó escapar cuánto de la historia se había sacrificado por el espectáculo.
Tres días después del estreno, Taylor y Patricia recibieron una llamada. "Soy Ben", dijo Affleck al otro lado de la línea. Les propuso ir a Los Ángeles a ver la película antes de su estreno en EEUU.
Al embajador no le gustó que la cinta sugiera que, entonces, al ser una operación secreta, Canadá se llevó el mérito que en realidad correspondía a la agencia de inteligencia. Affleck le dejó rescribir uno de los títulos de crédito que aparecen al final de la cinta. "La participación de la CIA completó los esfuerzos de la embajada canadiense para liberar a los seis americanos retenidos en Teherán. Hasta la fecha la historia permanece como un ejemplo de cooperación internacional entre gobiernos", apuntó.
Ken Taylor y Patricia fueron destinados a Teherán en 1977, dos años antes de la revolución. "Cuando llegamos había 90 embajadas extranjeras de países con intereses por el petróleo y el gas", apunta Taylor. Cuando se fueron, en 1980, sólo quedaban abiertas unas 25 legaciones. Patricia trabajó en unos laboratorios en la ciudad. "Los iraníes estaban ansiosos por aprender de otros países", señala Patricia. Su hijo, como es tradicional en las familias de diplomáticos, acudía al liceo francés.
La revolución del Ayatolá Jomeini lo cambió todo.
80 días escondidos
Durante 3 meses, Taylor, Patricia y el resto de los diplomáticos canadienses alojaron a los americanos en la residencia del embajador. Compartieron con ellos los bajones emocionales, el aburrimiento, la ansiedad y la constante preocupación porque el personal iraní de la casa les descubriera. "Había cuatro o cinco iraníes trabajando para nosotros que eran muy leales, pero curiosos", recuerda Patricia. La presencia de seis americanos que nunca abandonaban la casa, provocó preguntas. "Nos preguntaban por qué, si habían venido de visita a nuestro país, nunca salían", dice entre risas. "Les miraba a los ojos y les decía que estaban muy cansados".
Los empleados no traicionaron la confianza de sus jefes. Según la mujer del embajador, "fueron tan leales que cuando loes guardias revolucionarios les cuestionaron dijeron que no sabían nada".
A Patricia, que trabajó en un laboratorio donde sus compañeros eran mayoritariamente locales, le molesta especialmente la imagen que la película da de los iraníes. "No son tan fanáticos como refleja la película y sin ellos yo hubiera tenido muchas dificultades", admite. Un día, cuando se disponía a volver a casa del trabajo, llegaron noticias de que había manifestaciones violentas en las calles. Un compañero se ofreció a llevarla en coche hasta casa. "Tenía una foto con el Sha por un lado y de Jomeini por el otro. Y en la radio una emisora de música religiosa y otra de música rock. Iba cambiándolo según con qué grupo de manifestantes nos encontráramos", cuenta.
Hace unas semanas, Taylor vio en la CNN como el expresidente Jimmy Carter le dijo a Pierse Morgan que 'Argo' exagera el papel de la CIA y resta importancia a la contribución de los canadienses. El embajador agradece el reconocimiento y asegura que en EEUU, donde vive desde que dejó el cuerpo diplomático, siempre le han mostrado su agradecimiento por lo que hizo.

jueves, 7 de febrero de 2013

Primitivos

Primitivos

Hacia 1880, en las reservas en las que malvivían los supervivientes de las tribus vencidas de las praderas, nació lo que ahora se llama Ledger Art, literalmente el arte de los libros de registro o de contabilidad,

Uno de los dibujos de Bill Traylor, el hombre que nació esclavo en una plantación de Alabama. / The Pardee Collection.
Quizás un país de tan grandes distancias y tan propenso a las grandes soledades como Estados Unidos favorece más que surjan esos talentos insulares que no se parecen a nadie, que viven como eremitas y crean más o menos en secreto obras de una orginalidad alimentada por el aislamiento. En las ferias de antigüedades, en los mercadillos de los fines de semana, de vez en cuando se encuentran piezas de eso que llaman Folk Art que lo atraen a uno desde lejos en medio de la sobreabundancia desordenada de objetos en venta: paisajes de bosques, de ríos, de cabañas de troncos, pintados con una tiesa solvencia sobre paneles de madera; figuras policromadas de patos que sirvieron como reclamos para la caza; cerdos o vacas de madera que adornaron el escaparate de una carnicería; jefes indios tallados que se ponían en las puertas de los estancos; ballenas, salmones, caballos, cabezones de sombrererías, maniquíes de mejillas rojas y sonrisas heladas. Muchas veces son obras de artesanos que atendían a una demanda comercial; tienen una especie de rudeza jovial, una simpleza contundente de formas que hace palidecer por comparación muchos de los atrevimientos del pop: un teléfono de madera del tamaño de una maleta, un zapato enorme de color azul cobalto, un sacacorchos de dos metros de alto, todos ellos reclamos comerciales, parecen anticipar los objetos cotidianos agigantados de Claes Oldenburg.
Lo que hay en estos artistas indios es
el caudal misterioso
de la gran cultura popular, la maestría que hay en el flamenco o en los ‘blues’
Otras veces esas figuras poseen la fuerza plástica de un empeño sin otra finalidad que la satisfacción de un impulso: alguien en una granja aislada durante meses por la nieve se entretuvo en tallar un bloque de madera hasta darle la forma de un gran pájaro o de una cabeza humana, los ojos muy abiertos y fijos en el vacío; alguien aprovechó un libro de contabilidad en blanco para dibujar con lápices de colores recuerdos de su juventud. Los medios son primitivos, y la educación formal inexistente: como si al ponerse a tallar o a dibujar estuviera comenzando la historia del arte. Con frecuencia se aprovecha lo que se tiene más a mano, se saca partido de las formas dictadas por la naturaleza o por el azar: un pájaro hecho con tablas recortadas tiene el color azul de la pintura industrial del cajón del que procede y el ojo es el agujero rojizo por el óxido de un clavo arrancado; un guijarro casi cilíndrico necesita pocas incisiones para convertirse en el huevo que un pollo todavía encogido ha empezado a romper desde dentro; la astilla curva al final de una rama desgajada de un árbol servirá para que el bastón que se ha hecho con ella termine en una cabeza de gaviota o en delgado hocico sensitivo de un perro.
El material más pobre o más crudo se transmuta en el oro del talento, un talento que no se sabe de dónde procede, que no ha recibido el beneficio de ninguna educación formal y que pudo surgir en la marginalidad y la miseria. Hacia 1880, en las reservas en las que malvivían los supervivientes de las tribus vencidas de las praderas, nació lo que ahora se llama Ledger Art, literalmente el arte de los libros de registro o de contabilidad, los que usaban los administradores de los almacenes del gobierno. Algunos de ellos, dejados en blanco, les sirvieron a los artistas indios para dibujar imágenes que en tiempos mejores habían pintado en pieles alisadas de búfalos: cabalgadas, escenas de batallas, danzas de celebración o de guerra. Las rayas impresas en las páginas les servían para indicar la línea de la tierra o la del horizonte; su forma apaisada permitía un ritmo narrativo de friso. Mirando de cerca se advierte la pobre calidad de los lápices, pero el efecto es de una belleza intemporal, y esos caballos de cuerpos fornidos y cabezas pequeñas, esos guerreros de siluetas sumarias que unas veces manejan arcos y flechas y otras fusiles, suspendidos en un espacio abstracto, le hacen a uno acordarse de las figuras cazadoras o guerreras de la pintura neolítica y también de las escenas mitológicas en las ánforas griegas más antiguas. Tienen en común la exaltación de las proezas masculinas. Quién sabe qué poemas épicos, que ilíadas y cantos de Mío Cid están representados en las páginas de esos libros de contabilidad en los que durante mucho tiempo no reparó nadie y que ahora se separan una por una y se enmarcan para venderlas a precios más altos.
Lo que antes no valió nada ahora es prohibitivo. Jim Traylor nació esclavo en una plantación de Alabama y siguió trabajando en ella después de la emancipación, sin duda porque no tenía otro sitio a dónde ir. En 1928, a los 74 años, demasiado viejo para seguir trabajando, se trasladó a Montgomery, la capital del estado, y vivió más o menos como un mendigo, pasándose el día entero en la calle, durmiendo en el trastero de una funeraria, y luego en el portal de un zapatero. Era analfabeto y no es probable que hubiera sostenido jamás un lápiz. Pero un día tomó un trozo cualquiera de cartón y empezó a dibujar sobre él y ya no se detuvo nunca. Dibujaba animales, escenas de la vida en la plantación, bocetos de lo que veía en la calle, composiciones con criaturas fantásticas que volaban por los aires. Regalaba sus dibujos a los que paraban a charlar con él o los cambiaba por comida. Algún admirador le traía un cuaderno intacto, pero él prefería lo usado, el papel recio de los envoltorios, el cartón de las cajas. Dibujaba sobre esos materiales como en la pared cóncava de una cueva. Sus lechuzas, sus caballos, sus vacas, tienen una simplicidad y un misterio de animales totémicos.
Mirando de cerca se advierte la pobre calidad de los lápices, pero el efecto es de una belleza intemporal
Pero el más raro de esos artistas sin duda es James Castle. Era sordo de nacimiento y probablemente autista. Pasó la vida en una granja de Idaho. Como su padre era cartero, usó con frecuencia para dibujar sobres, cartones de embalaje, reversos de formularios. No aprendió nunca a leer. Dibujaba y hacía collages con trozos de cartón doblados y pegados. Usaba hollín de chimenea humedecido con saliva. En Jim Traylor hay una energía expansiva que agita lo mismo a las figuras humanas que a las de animales, en un universo de gravedad tan incierta como la de los cuadros de Chagall. James Castle dibuja mínimos paisajes sombríos, habitaciones o graneros en los que puede no haber nadie y sin embargo se percibe la presencia opresiva de algo, una negrura de interiores con las ventanas condenadas en los que se filtran hilos de luz, un oscurecimiento de cielos bajos de tormenta.
Se saben sólo unos pocos nombres de los artistas indios que dibujaban en los libros de contabilidad de las reservas. Jim Traylor y James Castle murieron en la misma oscuridad en la que habían vivido. Lo que hay en ellos es el caudal misterioso de la gran cultura popular, la maestría a la vez sofisticada y despojada que hay en los romances antiguos, en el flamenco o en los blues, en las músicas de tradición oral de casi cualquier parte del mundo. Algunos de los artistas mayores del siglo pasado —Picasso, Klee, Dubuffet, Bártok— quisieron desaprender una parte de lo que sabían para beber de esos orígenes.
www.antoniomuñozmolina.es