miércoles, 31 de marzo de 2010

Un pájaro cantor ayuda a entender el habla Un equipo internacional obtiene el genoma completo del pinzón cebra, cuyos pollos aprenden a cantar imitand

A.R. - Madrid - 31/03/2010

El pinzón cebra es uno de esos organismos favoritos de los científicos porque se utilizan como modelo para investigar y hacer experimentos, se conocen razonablemente bien y permiten hacer comparaciones con otras especies. Tal vez no sea tan popular en los laboratorios este ave cantora como los ratones y las ratas, la mosca del vinagre o la arabidopsis, para los que se dedican a plantas, pero para los neurocientíficos que estudian el cerebro de los vertebrados, el comportamiento y su evolución, el pinzón cebra es un pájaro especial, con relevancia incluso para los estudios del ser humano. Ahora se acaba de completar su genoma y los primeros análisis, explican los investigadores, indican que en su habilidad cantora juegan un papel significativo unos 800 genes. Además, añaden, han identificado potenciales rasgos genéticos relacionados con la evolución de la comunicación vocal.

"Esta información nos proporciona pistas sobre cómo se produce el aprendizaje de la vocalización al nivel molecular más básico, en aves y en personas", afirma Richard K.Wilson, director del Centro del Genoma, de la Universidad de Washington, y líder del equipo que ha secuenciado el genoma del pinzón cebra.

Con menos de un cuarto de kilo de peso y las peculiares rayas blancas y negras en el cuello de los machos -de ahí su nombre- el pinzón cebra (Taeniopygia guttata) tiene una característica atractiva: los machos aprenden complejas melodías de sus padres. Al principio, el pollo hace ruidos aparentemente aleatorios, como los balbuceos tempranos de los niños pequeños, pero con la práctica aprende a imitar el canto de su progenitor y lo repetirá el resto de su vida, pasándoselo luego a la siguiente generación. Las hembras, como otras aves, carecen de esta capacidad de comunicarse mediante una vocalización aprendida y la habilidad de los machos seguramente es, en origen, un reclamo sexual. Las melodías simples que aprenden los pollos de estos pinzones duran sólo unos pocos segundos, pero responden a una tremenda complejidad genética, afirman los investigadores.

Hay más animales, además de los humanos y los pájaros cantores, que se comunican mediante vocalizaciones aprendidas, como las ballenas, los elefantes, los murciélagos o los loros, pero la ventaja de los pinzones cebra es que se sabe cómo aprenden y, como es posible que se hayan conservado bastantes genes comunes en los humanos, el ave sirve como modelo para estudiar el aprendizaje de la vocalización en las niños. Los investigadores especulan incluso con la posibilidad de identificar rasgos genéticos relacionados con los problemas y enfermedades de memoria, habla y aprendizaje.

Al cantar o escuchar una melodía, se activa una extensa y compleja red de neuronas en el cerebro de este pájaro, pero lo sorprendente es que gran parte de los genes implicados actúan como controladores de la expresión de otros genes relacionados con el proceso cerebral de comunicación vocal.

"Hay un paralelismo en el desarrollo funcional entre la forma en que aprendes a cantar estos pájaros y las personas, aunque el cerebro de las aves y el de los mamíferos, incluidos los humanos, son muy diferentes, en la investigación han salido a la luz algunos paralelismos sorprendentes", explica David Clyton, neurocientífico de la universidad de Illinois (EEUU) y uno de los autores del genoma del pinzón cebra. El trabajo se publica en la revista Nature y han participado en él científicos de 27 instituciones de EEUU, Europa y Asia, incluidos cuatro investigadores de la Universidad de Oviedo.

El genoma del pinzón cebra tiene unos mil millones de bases (las letras químicas del ADN), mientras que el del ser humano tiene unos 2.800 millones. Hasta ahora sólo se había secuenciado el genoma de otro pájaro, la gallina. Ambos se separaron evolutivamente hace unos 100 millones de años y sus genomas comparten mucha características, pero la segunda no canta. En preparación está el genoma de un tercer pájaro, el loro, que seguramente estará terminado a finales de año.


http://www.elpais.com/articulo/sociedad/pajaro/cantor/ayuda/entender/habla/elpepusoc/20100331elpepusoc_6/Tes?print=1

Detenido el reo que iba a ser indultado por la Hermandad de la Soledad La Guardia Civil lo ha detenido en una operación contra el narcotráfico en La

Europa Press/ Granada | Actualizado 31.03.2010 - 14:02


El preso que iba a indultar este Viernes Santo la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad y Descendimiento del Señor de Granada ha sido detenido en una operación contra el narcotráfico desarrollada por la Guardia Civil en la capital, concretamente en la barriada granadina de La Chana, que se ha saldado con cuatro arrestados más, uno de nacionalidad española y tres colombianos, según fuentes consultadas por Europa Press.

Aunque aún es considerado presunto autor del delito, la Hermandad ya está sopesando que el privilegio que le iba a conceder, que no se otorgaba desde 1928, va a ser anulado, si bien cuenta con el visto bueno del Consejo de Ministros, que autorizó el indulto el pasado 19 de marzo, señaló a Europa Press el hermano mayor de la cofradía, José Antonio Alemán.

Fue la Dirección de la División de Tramitación de Derechos de Gracia y otros derechos del Ministerio de Justicia la que comunicó la decisión del Gobierno a la hermandad, que iba a liberar a un penado que fue elegido tras dos años de trámites. Se trata de un interno del Centro de Inserción Social (CIS) que estaba disfrutando del tercer grado, que ahora ha sido arrestado tan sólo dos días antes de ser indultado.

domingo, 21 de marzo de 2010

¡A leer y escribir todo el mundo! Un proyecto obliga a los docentes de todas las materias a mejorar la competencia lingüística del alumnado



http://www.elpais.com/articulo/educacion/leer/escribir/todo/mundo/elpepusocedu/20091214elpepiedu_1/Tes?print=1
J. A. AUNIÓN - Madrid - 14/12/2009

En el instituto público Sánchez Lastra, de Mieres (Asturias), cuando hacen un experimento en la clase de ciencias, los alumnos de ESO deben redactar después un informe sobre el trabajo y sus conclusiones. Como la clase se les da en inglés (el centro tiene una sección bilingüe), durante la asignatura dedicada a esa lengua se dedicará parte de la clase al vocabulario y las construcciones necesarias para redactar ese informe.

En el instituto público Sánchez Lastra, de Mieres (Asturias), cuando hacen un experimento en la clase de ciencias, los alumnos de ESO deben redactar después un informe sobre el trabajo y sus conclusiones. Como la clase se les da en inglés (el centro tiene una sección bilingüe), durante la asignatura dedicada a esa lengua se dedicará parte de la clase al vocabulario y las construcciones necesarias para redactar ese informe. Luego, en la hora de lengua española, los textos que se utilicen para enseñar gramática o sintaxis serán pasajes de matemáticas, de ciencias, de música o de cualquier otra materia que los alumnos deben luego aprender.

En un sistema educativo en el que raramente se planifica más allá de cada departamento (el de lengua, el de matemáticas...), el caso del Sánchez Lastra no es fruto de la casualidad, sino de un proyecto piloto en el que participan junto a otros 79 centros infantil primaria y secundaria de 12 comunidades. Se trata de poner a todo el colegio a mejorar el talón de Aquiles que ha señalado el Informe PISA de la OCDE en España: la lectura. En 2006, los alumnos españoles retrocedieron 20 puntos respecto a la prueba anterior, el mayor descenso entre los países desarrollados en esta competencia clave para avanzar en cualquier otra disciplina.

En realidad, el proyecto piloto, impulsado por el Organismo Autónomo de Programas Europeos del Ministerio de Educación, con el asesoramiento del Proyecto Atlántida de escuelas democráticas, habla de mejorar la comunicación lingüística: leer, escribir, hablar, interactuar... Una de las ocho competencias básicas que la ley española y la UE dicen que los alumnos han de dominar al final del instituto. Así, a partir del marco europeo de las lenguas (el estándar fijado por la UE para medir el nivel de comprensión y expresión orales y escritas en un idioma), y uniendo la mejora para la lengua materna y las extranjeras, un grupo de expertos ha redactado los materiales de apoyo a los profesores. Éstos, los de todas las asignaturas, eligen y adaptan la manera de enseñar su materia mejorando de paso la competencia comunicativa de sus alumnos. Este curso han empezado a elaborar y a poner en marcha el plan y el año que viene será evaluado para intentar que las estrategias que funcionen mejor se generalicen, explica Florencio Luengo, de Atlántida.

En el instituto Sánchez Lastra, por ejemplo, al principio del trimestre entregan a los alumnos el portafolio con el que los estudiantes saben qué se les va a enseñar, qué trabajos tendrán que hacer y cómo les evaluarán. Habrá trabajos que recorrerán todas las materias -esta evaluación ha sido sobre los derechos humanos- y que acabarán plasmados en carteles, grabaciones o presentaciones orales. Además, redactarán un boletín trimestral sobre lo que han hecho, con lo que reflexionan sobre los contenidos tres veces: antes, durante y después.

Éste es un punto fundamental si se tiene en cuenta la explicación del director del Instituto de Evaluación, Enrique Roca, sobre los resultados de las pruebas nacionales e internacionales. Roca asegura que el problema de los alumnos españoles frente a la lectura no es comprender los textos y extraer la información literal, lo cual hacen relativamente bien, sino reflexionar después sobre el texto y relacionarlo con otras cosas que ya saben.
En qué fallamos

Una de las claves para mejorar la competencia lingüística de los alumnos es que todos los docentes de todas las materias se pongan a ello, pero también hay fallos en las propias asignaturas de lengua. Los expertos del proyecto de mejora del ministerio y Atlántida Estela D'Angelo, profesora de la Complutense, y Plácido Bazo, de la Universidad de La Laguna, lo resumen en que se enseña mucha gramática y poco uso del idioma. "Los alumnos no se enfrentan a distintos tipos de situación, a distintos tipos de destinatario. La gente se fija más, por ejemplo, en los errores ortográficos, más evidentes, pero no se trabaja la coherencia de un texto, la cohesión" asegura D'Angelo, que preside además la Asociación española de Lectoescritura.

Bazo, experto en la enseñanza de lenguas extranjeras, está de acuerdo, pero añade que hay un fallo muy común en los centros bilingües. "En primaria, les enseñamos en la clase de inglés un nivel básico, pero en la de ciencias les enseñan con un vocabulario de los niveles más altos, y así se produce un descalabro. En las ciencias hay contenidos muy específicos, pero también discursos más generales, como la teoría de la causa y el efecto; que les enseñen esto en inglés y los nombres de las rocas o de las aves, si hay que darlos, que lo hagan en español".

miércoles, 17 de marzo de 2010

Revanchismo de género



ENRIQUE LYNCH 19/11/2009

Por la ventanilla del metro de Barcelona alcanzo a ver una valla concebida por el Ministerio de la Igualdad, creado por el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero. En primer plano, una mujer joven y atractiva llamada Angie Cepeda luce unos preciosos pendientes de plata. Su mirada es diáfana y la complementa con una sonrisa displicente, quizá un punto altanera. El lema de la valla reza: "De todos los hombres que haya en mi vida ninguno será más que yo".

En un primer momento esta consigna cargada de insinuaciones y connotaciones -cosa lógica, si no, no sería tal- despierta mi alarma. Primero, parece afirmar que una mujer española contemporánea tiene (mejor dicho, el eslogan implica que ha de tener) muchos hombres; o da por sentado que ya los ha tenido, afirmación que, cuando menos, resulta discutible. Segundo, la redacción adultera un cliché, puesto que lo normal sería dar la sintaxis en pasado. Según los principios igualitaristas lo correcto habría sido: "De todos los hombres que hubo en mi vida ninguno fue más que yo".

Redactada así, la afirmación habría sido consistente y hasta neutral pero, claro, no serviría al anhelo de revancha, que parece inevitable en cualquier referencia actual a la condición femenina. Por curiosidad busco en Internet la campaña y compruebo que el eslogan en boca de hombres no sugiere lo mismo. O sea que hay evidentes matices "de género". ¿Qué es lo que resulta chocante aquí? Que parece jalear la guerra de sexos, como desde hace décadas hace el feminismo mal encarado, según la pauta de lo que Nietzsche llamaba "moral de la víctima". He ahí la razón de mi alarma: la sola presunción de que un hombre pretenda ser más que una mujer; o que una mujer se declare superior a un hombre, es lo que este ministerio debería combatir sin dar lugar a equívocos.

Incurrir en feminismos implícitos de cualquier índole es una contradicción flagrante de la función para la que este Gobierno concibió el Ministerio de la Igualdad. Ninguna repartición pública debería alentar subrepticiamente a las mujeres a ser más que los hombres y, en este caso, parece claro que la consigna no sugiere la igualdad de los sexos sino que viene a recomendar que "ningún hombre ha de ser más que una mujer"; pero, como en semejante jerarquía elemental si no "eres más" necesariamente "eres menos", las mujeres no tienen más remedio que pensar que Angie Cepeda, erigida en portavoz del Ministerio de la Igualdad, les aconseja imponerse a sus futuros hombres.

Ahora bien, las aberraciones de esta valla no son sólo sintácticas o connotativas o adverbiales. Se supone que estimula a las mujeres a no dejarse avasallar por sus hombres, pero lo que en verdad hace es recordar aquella escena memorable con que comienza la película Magnolia, en la que un espléndido Tom Cruise interpreta a un conferenciante que dicta lecciones llenas de entusiasmo y beligerancia ante un auditorio de "machos humillados" y los arenga con un:"Respect the cock!". O sea: "¡Un respeto por la polla!", que Cruise clama delante del enfebrecido grupo de hombrones que aplaude y vitorea todas y cada una de sus ocurrencias machistas.

No recuerdo mejor parodia y merecida trivialización del feminismo de revancha, realizada por un procedimiento muy simple: poner en boca de los odiados machistas los argumentos más tontos de las feministas.

El revanchismo "de género" es lo que ahora se airea y se difunde por innumerables medios públicos y privados y que, en un país vergonzantemente árabe y misógino como es España, no sólo bastardiza una cuestión -la relación entre hombres y mujeres- que es de una enorme complejidad, sino que subsidiariamente no ha hecho sino aumentar de forma alarmante la tasa anual de actos de violencia machista al lanzar a las mujeres al choque con machos ignorantes y brutales, hombres que -nunca olvidemos esto- han sido gestados, amamantados, criados y formados por mujeres. Bestias educadas por féminas, bárbaros que, más tarde o más temprano, caerán sobre ellas de forma implacable.

(Pongo "género" deliberadamente entre comillas porque después de leer lo que observa V.O. Quine a propósito del concepto en su Quiddities: An Intermitently Philosophical Dictionary [Cambridge, Mass.; Harvard University Press, 1989] no me atrevo a usar ese término sin las debidas reservas lógicas y de vocabulario).

El revanchismo "de género" (o sea, el resentimiento femenino) es un mal que se extiende imparable por todas partes. En el cine, por ejemplo, hace tiempo que está implantado: ¿qué otra cosa si no explica el éxito de aquella parábola semipublicitaria -como el resto de la filmografía de Ridley Scott- que fue Thelma y Louise?

Pero donde ese carácter resentido es más claro y elocuente es en las letras y en los videoclips de las canciones populares actuales. En este contexto el contraste con los antiguos modelos "de género" es harto evidente. Antaño, ante una ruptura o un desengaño los hombres solían -y aún suelen- llorar el amor fracasado, se emborrachaban para mitigar sus penas, se autocastigaban y se autodenigraban por sus faltas, su estupidez o su deslealtad y cantaban en tono elegiaco por la hembra perdida. Así ocurre en los tangos, en los boleros y las rancheras y en las conmovedoras canciones de Frank Sinatra o Billie Holliday.

Sin embargo, ante circunstancias parecidas, las mujeres actuales, que tan a menudo se identifican con una masculinidad imaginaria, no emulan la melancolía de los hombres sino que se calzan unas botas de caña alta, se atizan un atuendo de perdularia al estilo Madonna o un traje de leopardo y se retratan basureando sin piedad a potenciales amantes o pretendientes. Ni lloran ni piden perdón.

Hay ejemplos significativos en algunos videoclips de la frondosa discografía popular contemporánea: Shania Twain en That don't impress me much, en pose de femme fatale, toda ella leopardo; Shakira, en una canción titulada significativamente La tortura, donde despacha las excusas del golfo Alejandro Sanz con un A otro perro con ese hueso; y en una tonadilla pegadiza de Julieta Venegas: Me voy..., donde la mexicana arroja a su ex enamorado al vacío mientras levanta vuelo en un globo y tararea en tono angelical: "Qué lástima, pero adiós, me despido de ti y me voy...".

¿Tienes problemas con tu hombre? Escupe sobre él, maldice sus muertos, cámbialo ya mismo por otro, acaba con él; y si es preciso, tíralo por la ventana. No te cortes, que estás en tu derecho.

Lo dicho, tres nuevas canciones de esta guisa y la tasa mensual de asesinatos de mujeres acabará por triplicarse.

(¿No será este revanchismo resentido lo que ven venir con temor esos bárbaros islámicos..?).

Las princesas se ponen a trabajar El feminismo ha hecho cambiar los cuentos - Disney ofrece ahora historias de igualdad


DAVID ALANDETE 26/12/2009

Las princesas vuelven a estar de moda. Regresan los palacios y los trajes de ensueño, las coronas y las brujas. Pero los nuevos cuentos de hadas muestran una diferencia: las princesas ya no son damiselas en apuros. Sometidas al revisionismo del feminismo y de los padres preocupados por los valores que les inculcan a sus hijas, las nuevas princesas son distintas.

Las princesas vuelven a estar de moda. Regresan los palacios y los trajes de ensueño, las coronas y las brujas. Pero los nuevos cuentos de hadas muestran una diferencia: las princesas ya no son damiselas en apuros. Sometidas al revisionismo del feminismo y de los padres preocupados por los valores que les inculcan a sus hijas, las nuevas princesas son distintas. No esperan a que el príncipe las salve. Ellas mismas se embarcan en sus propias aventuras y se preocupan por su sustento.

Es el caso de la nueva película de la factoría Disney, Tiana y el sapo, estrenada en Estados Unidos el pasado 11 de diciembre y que llegará a las pantallas españolas el 5 de febrero.

Habían pasado 11 años desde que Disney estrenara su ya penúltima película con una princesa como protagonista, Mulan. Después de más de una década, la gran factoría decidió producir el cuento de Tiana, una joven sobre cuyos hombros descansa ahora el pasado, el presente y el futuro del imperio Disney.

El pasado, porque es un largometraje animado a la antigua usanza, dibujado a mano, con interludios musicales, y que ignora intencionadamente las nuevas tecnologías que ha perfeccionado la animación por ordenador. El presente, porque Tiana es una joven de hoy en día, perteneciente a una minoría racial, valiente y con los pies en el suelo. Y el futuro porque Tiana es la primera en el advenimiento de una legión de princesas modernas.

La siguiente película animada de Disney, producida en 3D, será una adaptación del cuento de Rapunzel, en el que los hermanos Grimm contaron la historia de una joven de pelo larguísimo secuestrada en una torre por una bruja. Se estrenará en las Navidades de 2010. Incluso Pixar, la exitosa factoría de películas en 3D, se ha apuntado a esta moda. Su próximo estreno, previsto para 2011, ya tiene título provisional. El oso y el arco será una versión moderna de un cuento de princesas, la historia de una joven que pone en riesgo su corona por perseguir su sueño: ser arquera.

Sin embargo, Tiana, se ha mostrado como alguien doblemente especial. Primero: la princesa es negra. Y no negra sólo en el color de su piel. A Disney le hubiera sido muy fácil crear una historia romántica decimonónica, calcada del cuento de los hermanos Grimm El príncipe y la rana, y darle un color de piel nuevo a su nueva princesa. Tiana podía haber sido una princesa de apariencia negra con ademanes blancos. Por el contrario, la negritud de esa princesa no es sólo racial. Es también social y cultural. Nace y vive en una ciudad de profundas raíces afroamericanas. Su Nueva Orleans es la Nueva Orleans del vudú, del bayou, del carnaval y el Mardi Gras.

Pero eso no es todo.

[Los lectores que no quieran pistas sobre cómo acaba la película, deberían parar de leer aquí] Tiana no acaba como sus ilustres predecesoras. Rompe con la tradición del cuento de princesas, del castillo, el trono y el abrazo protector del macho heredero.

Blancanieves, cuya película se estrenó en 1937, estaba literalmente muerta hasta que un príncipe la besó y se la llevó a su castillo. Cenicienta limpiaba la casa de su madrastra hasta que el hijo del rey la retiró para siempre. Ariel, la sirenita, llegó más lejos: renunció a ser quien era, una sirena, para casarse con un heredero. Incluso Mulan, la valiente heroína china que arriesga su vida por salvar a su padre, se tiene que travestir y hacerse pasar por un varón para poder luchar en el campo de batalla.

La de Tiana es otra historia. La princesa se casa con el príncipe, sí. Pero no deja que nadie la retire. Con los ahorros de toda su vida, almacenados en latas de café, monta un pequeño negocio, un bar, que regenta junto a su marido. Es la sociedad de la igualdad de oportunidades. La conciliación llevada a la pantalla. Por fin, las niñas pueden seguir soñando con ser princesas, sin que sus madres queden horrorizadas por la imagen que esos sueños proyectan.

Un alivio para muchas madres. Entre ellas, la escritora Peggy Orenstein, cuya hija, Daisy, tiene seis años y medio. Hace un par de años, a Orenstein le preocupaba lo que un personaje como Ariel, la sirenita, le pudiera enseñar a su niña.

"Como madre, siempre me ha gustado más una historia como la de Mulán. La hemos visto como 30 millones de veces. Pero claro, Mulán no es la princesa más exitosa de la saga Disney. Ni siquiera es una princesa, si lo piensas bien. Lo mismo sucede con Pocahontas. Son las princesas marginadas", explica. Con la historia de Tiana, sin embargo, ha percibido un cambio.

"Cada historia de princesas de Disney refleja el tiempo en que se hizo. También las opiniones y, en cierto modo, los prejuicios de la época. Es una suerte ver ahora cómo una princesa protagonista, afroamericana, puede vender y ser número uno en la cartelera", añade. "Y además, acaba trabajando. Eso es un gran avance para una princesa. Además, las niñas tienen más opciones de juego, ya que a esta princesa, a pesar de ser independiente, se la puede vestir. Estéticamente entra más en la tradición clásica. Ideológicamente está más cerca de Mulán o Pocahontas".

Orenstein, que normalmente colabora con el diario The New York Times, está trabajando en un libro sobre la educación de los niños en la gran cultura de consumo que nos rodea, llamado provisionalmente Cenicienta se comió a mi hija, sobre lo difícil que es criar a una niña en una cultura de mercado en la que la distinción de lo femenino y lo masculino se ha llevado al paroxismo. "Es imposible acudir a unos grandes almacenes y no darse cuenta", explica.

"Hay pasillos de color rosa plagados de vestidos, muñecas, juegos de mesa diseñados para chicas. Los pasillos de los chicos son todos de color azul, más sobrios, con sus propios juguetes. Con semejante división, con esa aniquilación de la neutralidad en el juego, es difícil educar a un hijo en los valores de género. Arroja mucha luz sobre lo mal que definimos la feminidad en la sociedad de consumo. Se nos enseña que la feminidad la define, casi exclusivamente, la apariencia, la moda, los complementos. Es preocupante".

Disney tiene mucho que ver en ello. En 2001 creó la franquicia Princesas Disney, en una coyuntura muy complicada. Aquel año se cerró con unos resultados de cerca de 41 millones de dólares en pérdidas (28,72 millones de euros), los peores de la década. "Estos son tiempos muy duros", dijo el entonces consejero delegado de la compañía, Michael Eisner, en un comunicado. "Pero este entorno y su efecto en nuestros resultados no mermarán el valor de los activos de Disney".

Lo cierto es que Disney encadenaba modestos éxitos, como Dinosaurio, con fracasos estrepitosos, como Fantasia 2000, El Emperador y sus locuras o Atlantis: el imperio perdido. En aquel mismo año, Dreamworks lanzó Shrek, un cuento en el que una princesa renunciaba a su esbelta figura y su pálida piel para convertirse en un ogro verde y carnoso. Disney languidecía, pálido como la tez de Blancanieves. La empresa, sin embargo, decidió darle un empujón a la división Disney Consumer Products, y aunó a ocho princesas en un mismo paquete comercial. Algunas eran protagonistas de su propio cuento de hadas. Otras eran simples comparsas, como Jasmine, de Aladín.

Fue un éxito. Desde entonces se han comercializado más de 250.000 productos bajo esa submarca. En 2001, las ventas de juguetes Disney suponían 300 millones de dólares (209 millones de euros). En cinco años se multiplicaron por diez. Este año, el de la llegada de la princesa Tiana, se colocarán en 4.000 millones de dólares (2.800 millones de euros), a pesar de la crisis. Según fuentes de Disney, el efecto de la nueva princesa es más que patente: 45.000 nuevas muñecas vendidas desde noviembre sólo en EE UU.

"Fue un éxito, sin duda", explica Dan Cook, profesor de estudios infantiles en la Universidad de Rutgers y experto en la mercadotecnia centrada en los más pequeños. "Disney encontró el modo para unir a las protagonistas de sus películas, aunarlas de forma que cada una fuera individual. Pero además tenían un rasgo común: el hecho de ser princesas. Eso a las niñas les sirve como elemento de inclusión, es como un club, un nexo para el juego".

Disney, con los años, ha ido exacerbando esa feminidad comercial. Los productos de Princesas Disney se venden en grandes envoltorios de color rosa, azul pastel o dorado. Son juegos en que las niñas pueden disfrazarse o disfrazar a sus muñecas. "Con esos productos juegan a la transformación, pasan de no ser especiales a serlo. Rememoran el hechizo". En las películas, para que ese hechizo tenga efecto, la princesa depende, ineludiblemente, de un príncipe azul montado a lomos de un caballo blanco.

"Eso es lo que se le critica a la narrativa inherente en los cuentos de princesas", explica Cook. "Pero si nos centramos en los productos, más que en esa narrativa, vemos que normalmente, el juego de princesas es un juego de niñas. Los niños no juegan al cuento de hadas. No se disfrazan de príncipes para tomar el té con ellas. Las niñas juegan entre ellas y pocas veces se preocupan por el príncipe. El juego de princesas puede considerarse, en cierto modo, como un lugar seguro, no sexualizado, inocente".

Recelos ha habido, y muchos, contra el cuento de hadas. Y no sólo desde el feminismo. En el pasado, se ha definido el miedo a la independencia en las mujeres como el complejo de Cenicienta. En palabras de la primera mujer que definió esa supuesta condición en un libro pionero de 1981, la psicoterapeuta Colette Dowling, "la dependencia personal y psicológica -el profundo deseo de ser cuidadas por otros- es la gran fuerza que lastra a las mujeres hoy en día".

Aquello eran los ochenta. Y muchas feministas manifestaron su desprecio por Dowling, que se atrevía a proclamar que las mujeres, todas, padecían miedo a la libertad. El daño al género femenino, decía la psicoterapeuta, no lo infligía el patriarcado, sino las mujeres y sus propios temores.

"Se nos crió para depender de los hombres y sentirnos desnudas y atemorizadas sin un hombre. Se nos enseñó que como mujeres no podemos estar solas, que somos demasiado frágiles, demasiado delicadas, necesitadas de protección. De ese modo ahora, en estos días ilustrados, cuando nuestro intelecto nos aconseja erigirnos sobre nuestros dos pies, diversos problemas emocionales nos lastran. Al mismo tiempo, anhelamos librarnos de nuestras cadenas y sentirnos libres, pero también anhelamos que alguien se ocupe de nosotras", escribió.

Exista o no ese mal, Tiana no corre el riesgo de padecerlo. Es dura, independiente, valiente. La película ha llegado a ser la más vista en su primer fin de semana en cartelera. La comunidad afroamericana aplaude, por primera vez, a Disney. Según DeNeen L. Brown, una columnista de The Washington Post, el largometraje recoge las enseñanzas no escritas de las sufridas madres negras de EE UU a sus hijas.

"Parecía que cada madre negra en la manzana le hubiera dicho lo mismo a su hija: 'Hazte con una educación; no te centres en esos chavales que se reúnen calle arriba; y, si te casas, asegúrate de que te abres tu propia cuenta bancaria. No llegará ningún príncipe a lomos de un caballo, blanco o negro, que te vaya a salvar'. Ésa era la narrativa de nuestros cuentos de princesas. Nunca aprendimos a ser damiselas en apuros", escribe.

Desde ese punto de vista, tanto la historia de Tiana como las de las otras princesas esconden mucho más que un miedo a la independencia o una sumisión total al macho dominante. Desde el punto de vista de la narrativa y el folclore, diversos expertos apoyan esa noción de que, tras las aventuras de una princesa puede haber un viaje de superación y triunfo personal.

"Estas historias fueron escritas hace siglos. Se encuentran presentes en todas las culturas, tanto en Occidente como en África o Asia. No siempre con el grado de elaboración que vemos en las películas modernas. Pero tienen la misma base", explica Maria Tatar, toda una eminencia en cuentos de hadas, profesora de lengua y literatura germánicas en la Universidad de Harvard y directora del programa en folclore y mitología de la mencionada institución.

"Por supuesto, en ellas se ve muy claro qué valores y que contexto social imperaba en la época en que se crearon. En esos cuentos, escritos por Charles Perrault o los hermanos Grimm, siempre tiene un papel preponderante la monarquía. Siempre aparece un príncipe o un rey. Desde un punto de vista actual, poniendo esas narrativas en perspectiva y en su contexto histórico, deberíamos considerar a la monarquía como una representación del éxito social".

Tatar considera que la llegada de un príncipe, o el ascenso a un trono, puede leerse simbólicamente como la gratificación de un esfuerzo, el éxito de una aventura, la recompensa tras un intenso viaje personal. "Parece paradójico que en una sociedad democrática, fundamentada sobre los valores de una república, como es la norteamericana, los más pequeños vean como estas princesas aspiran a formar parte de la realeza. Pero es algo simbólico. Los niños no ven a la monarquía como algo histórico. Deberíamos ver ese ascenso al trono como algo similar a la consecución del éxito profesional o al ascenso social, al alcance de cualquiera. El esfuerzo se recompensa. En ese sentido, las historias de princesas reflejan los valores de la sociedad actual. Se inspiran en cuentos muy antiguos pero contienen historias vigentes".

A las princesas Disney, como a muchos otros productos infantiles, hay que verlas desde el punto de vista de los niños. Por lo tanto, hay que dar más importancia al simbolismo y a la narrativa inherente que al contexto histórico. En ese sentido, Cenicienta pudo ser, en realidad, una triunfadora. De limpiar escaleras pasó a heredar un trono. Tiana, es cierto, se queda en un éxito más modesto y más tranquilo: abre un bar con su marido. Dados los tiempos que corren para las monarquías, puede que su final sea mucho más feliz que el de Cenicienta y que el de cualquier otra princesa.

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viernes, 12 de marzo de 2010

Alerta por la caída de la población de gorriones Las palomas y la limpieza de las calles desplazan al ave más numerosa JAVIER RICO - Madrid - 13/03/


El gorrión común es el vertebrado más abundante de España, con más de 160 millones de individuos. Pero esta cifra, que debería suponer un salvoconducto para la supervivencia de la especie, está en un descenso continuo y alarmante. Según la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), sólo entre Madrid, Castilla y León y Valencia la pérdida supera los 400.000 ejemplares anuales.

El gorrión común es el vertebrado más abundante de España, con más de 160 millones de individuos. Pero esta cifra, que debería suponer un salvoconducto para la supervivencia de la especie, está en un descenso continuo y alarmante. Según la Sociedad Española de Ornitología (SEO/BirdLife), sólo entre Madrid, Castilla y León y Valencia la pérdida supera los 400.000 ejemplares anuales. Los expertos apuntan a la excesiva limpieza de las calles como una de las principales causas.

El Institut Català d?Ornitologia también ofrece cifras reveladoras sobre Barcelona. Javier Quesada, responsable de Investigación, afirma que "la población ha descendido un 5% anual entre 2002 y 2008; de seguir así, se reduciría a la mitad en unos 20 años". Son datos parciales, tanto por el número de regiones y localidades prospectadas como por la serie de años que abarca. Si los estudios fueran más amplios, es posible que la caída reflejada fuera mayor, y nos encontráramos con situaciones similares a la de Londres, donde a la especie está a punto de declarársela en peligro de extinción, ya que desde 1970 ha perdido el 71% de sus efectivos.

Como advierte Juan Carlos del Moral, del Área de Estudio y Seguimiento de Aves de SEO/BirdLife, "hay que tener en cuenta que en el norte de Europa realizan censos de aves comunes desde 1970, y que nosotros, en concreto nuestro SACRE (Seguimiento de Aves Comunes Reproductoras en España), lo hacemos desde 1996, por lo que no descartamos que, si los seguimientos tuvieran más años, el descenso sería mayor".

José Antonio Gil Delgado, investigador y profesor del Institut Cavanilles de Biodiversitat i Biologia Evolutiva de la Universidad de Valencia, estudia desde 1975 la población de parejas reproductoras en los naranjales de una parcela de 17 hectáreas de la huerta de Sagunto (Valencia). Mejor dicho, estudiaba, porque desde 1977 ha pasado de 114 a ninguna. "Y la cosa puede ir a peor, porque tengo a investigadores recorriendo fincas cercanas y los resultados no son nada esperanzadores. Se puede decir que el gorrión común se ha extinguido como especie nidificante en este tipo de huertas, y que la tendencia es a que ocurra lo mismo con los que ocupan edificaciones en los medios rurales".

En el hábitat que conoce bien Gil Delgado parecen estar claras las causas del descenso: cambios en el manejo de los huertos y la intensificación de los trabajos agrícolas; la escasa o nula roturación de tierras y el elevado uso de plaguicidas y herbicidas fulminan los principales alimentos de estas pequeñas aves, desde semillas y bulbos a insectos, vitales en el periodo de reproducción.

Las causas por las que la misma especie ve caer sus poblaciones en la ciudad son más variadas. En Reino Unido, Alemania y la República Checa se han hecho numerosos estudios, y el resultado ofrece un abanico amplio de causas. Una de ellas está relacionada con la excesiva limpieza de las calles, que limitan la disponibilidad de alimento. Además, a esta reducción de migas, granos y otra biomasa culinaria se une la competencia de las palomas domésticas, más grandes y agresivas. En Barcelona, Javier Quesada no descarta que la excesiva proliferación de una especie invasora, la cotorra argentina, también desplace a los pequeños gorriones.

A la limpieza de las calles se une el efecto de la contaminación de los vehículos, la escasez y merma de zonas verdes y arbolado para nidificar y buscar alimento, y las nuevas construcciones, menos propicias para instalar nidos en tejados y cornisas por ser más rectas. Pero hay algo más. Juan Carlos del Moral señala que "los nidos de cualquier especie situados cerca de antenas de telefonía móvil dan unos índices escandalosamente bajos de productividad".

Es la misma conclusión a la que llegaron en el British Trust for Ornithology en el Reino Unido. La contaminación electromagnética se añade así a la mezcla de amenazas que pueden ocasionar que el gorrión común deje de ser tan común.




http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Alerta/caida/poblacion/gorriones/elpepisoc/20100313elpepisoc_8/Tes?print=1

domingo, 7 de marzo de 2010

Nacido para el luto

ANTONIO MUÑOZ MOLINA Miguel Hernández


ANTONIO MUÑOZ MOLINA 07/03/2010

A Miguel Hernández todo le pasó en un tiempo muy breve, pero su vida es una larga cadena de esperas. Habría que sustraer, de los pocos años que vivió, todas las horas, los días, los meses que se pasó esperando algo, desesperando de que no llegara, enviando peticiones de ayuda a personas siempre mejor situadas que él que no tenían el tiempo o las ganas de contestar a sus demandas. Otros disfrutaban el resguardo de una posición social o de un privilegio literario o político: Miguel Hernández se supo siempre a la intemperie, en la paz y en la guerra, en la literatura y en la vida, en la cárcel y en la cercanía de la muerte. Esperó tanto, hasta el final, que los últimos días de su vida los pasó esperando a que lo trasladaran a un sanatorio antituberculoso, que le trajeran a su hijo para poder verlo por última vez.

Escribía cartas y aguardaba respuestas con expectación angustiada: cartas a su novia, Josefina Manresa; cartas a los amigos, a los que pedía favores apremiantes, dinero prestado, influencias; cartas a los poetas célebres, a los que asediaba con una mezcla de orgullo insensato y tosco servilismo; cartas desde la cárcel, en los últimos años de su vida, solicitando avales políticos, gestos de clemencia, noticias sobre el hijo demasiado pequeño y demasiado frágil que tal vez acabaría teniendo el mismo destino del hijo anterior, muerto a los 10 meses, amortajado con los ojos abiertos, con el mismo gesto atónito que se le quedó a él mismo cuando velaban su cadáver: unos ojos muy grandes, desorbitados por la enfermedad de la tiroides, sobre cuyo color exacto no hay acuerdo entre los testimonios de quienes lo conocieron. Qué podemos saber de verdad sobre la vida de alguien que murió no hace tanto, en 1942, si los testigos ni siquiera concuerdan en el color de sus ojos: Miguel Hernández los tenía verdes y muy claros, o muy azules, resaltando más en su cara morena; o los tenía pardos, según dice uno de sus biógrafos, Eutimio Martín, aportando la prueba de su ficha militar y la de su filiación de prisionero.

Lo que atestiguan sin duda las fotografías es el tamaño y la expresión de los ojos, la atención fija en todo, la mirada de una desarmada franqueza que es todavía más visible en el dibujo que le hizo Antonio Buero Vallejo en la cárcel. Fue ese dibujo el que convirtió a Miguel Hernández no en un hombre real, sino en un icono reverenciado de algo, de muchas cosas, demasiadas, cuando lo veíamos reproducido en los pósters del antifranquismo, en nuestras galerías de retratos de la resistencia, junto a Lorca, junto a Antonio Machado, tal vez también junto a Salvador Allende, Che Guevara, Dolores Ibárruri. En ciertos bares, en ciertos pisos de estudiantes, la cara y la mirada de Miguel Hernández formaban parte de un paisaje visual que también incluía las reproducciones del Guernica. Era difícil pensar entonces que aquel retrato hubiera sido el de un hombre real, no un santo laico ni un mártir ni un símbolo, un hombre, además, que si hubiera vivido no sería entonces muy viejo, porque había nacido ya bien entrado el siglo, en 1910.

Estremece siempre hacer las cuentas de su edad: con 22 años hizo su primer viaje a Madrid y publicó su primer libro de poemas; no había cumplido 26 cuando logró por primera vez la maestría indudable de El rayo que no cesa; tres años después, la guerra ya perdida, entró por segunda vez en la cárcel y no volvió a salir de ella. Pero la rapidez de todo se vuelve más asombrosa cuando contrastamos la altura de sus logros mejores con su punto de partida. Hacia 1937, Miguel Hernández empezó a escribir poemas con una voz y un despojo que no se parecen a nada en la literatura española, y muy poco antes había alcanzado ya un dominio de lenguaje y de las formas poéticas en el que estaba comprimida por igual la disciplina de la tradición clásica y la libertad del surrealismo: pero sólo unos años atrás, a finales de los veinte, su horizonte poético era todavía el de la retórica averiada de los juegos florales, cuando no el todavía más horrendo de la poesía entre sentimental y rústica en dialecto comarcal, muy imitada, de Gabriel y Galán. El mismo hombre que publica en 1937 la Canción del esposo soldado había presentado en 1931 un Canto a Valencia a un concurso oficial en dicha provincia, en el que, bajo el lema Luz�Pájaros�Sol, se sucede una catarata de versos que incluye el siguiente pareado: Con emoción agarro?/ el musical guitarro.

Tenía desde que encontró su vocación, en la primera adolescencia, la desvergonzada capacidad de mimetismo de los grandes autodidactas, el amor agraviado por el saber de quien fue apartado demasiado pronto de la escuela. Una leyenda que él mismo se ocupó de alimentar ha exagerado la pobreza de sus orígenes, y contribuido fatalmente al malentendido paternalista y populista que hace de él un talento rústico, una especie de diamante en bruto. Es verdad que Miguel Hernández dejó la escuela a los 14 años y se puso a cuidar cabras, pero las cabras pertenecían a los rebaños de su padre, que era un hombre de cierta posición. Más que la pobreza, lo que debió de herirlo cuando tuvo que abandonar la escuela fue la vejación de verse a sí mismo pastoreando cabras mientras otros con menos inteligencia natural que él continuaban en las aulas; también la sinrazón de una brutal autoridad paterna que no por ser propia de la época era menos hiriente para su espíritu innato de rebeldía y de justicia. El padre despótico veía la luz encendida a altas horas de la noche en el cuarto del niño lector y lo castigaba a correazos y a patadas (20 años después su hijo estaba muriéndose de neumonía y tuberculosis en la prisión de Alicante y no se molestó en visitarlo).

Pero se marchaba el padre y Miguel Hernández volvía a encender la luz y recobraba el libro escondido, muy usado, alguno de los que encontraba en la biblioteca pública o en la de un sacerdote de Orihuela, el padre Almarcha, que empezó siendo su protector y fue luego uno de sus muchos verdugos. Leía de noche a la poca luz de una bombilla o de un candil, y cuando salía con las cabras llevaba el libro escondido en el zurrón y seguía leyendo, devorando toda la poesía española que encontraba, la buena y la mala, lector omnívoro a la manera de los autodidactas que no tienen más guía que su propio entusiasmo, originado quién sabe dónde. Nada de lo que a otros les estuvo siempre asegurado fue fácil para él: nada de lo más elemental, el papel, la pluma, la tinta, la mesa. Escribía versos en papel de estraza con un cabo de lápiz. Quería escribir y no tenía dónde apoyarse. Una piedra, el lomo de una cabra. Hay que leer sus poemas juveniles para darse cuenta de la penuria estética de la que partió, de la clase de talento y de furiosa voluntad que le fueron necesarios para sobreponerse a limitaciones invencibles. Entre la retórica mal digerida de la poesía barroca y de los atroces versificadores tardorrománticos y tardomodernistas, en esos poemas aparece un fogonazo de realidad observada de cerca, de naturaleza y vida animal y exasperación humana de soledad y deseo: Miguel Hernández, pastoreando cabras, copia laboriosamente los lugares comunes más decrépitos de la poesía pastoril, pero le sale de pronto una desvergüenza sexual campesina, una claridad expresiva que con el paso del tiempo será uno de los rasgos más originales de su voz poética, el arte supremo de hacer literatura llamando a las cosas por su nombre.

Tampoco tuvo vergüenza para medrar cuando le fue necesario: para cultivar un personaje que al despertar simpatías le beneficiaba en sus propósitos, pero también lo hacía vulnerable a la condescendencia, bienintencionada o malévola. Empezó jugando a ser el "pastor poeta" del primitivismo pintoresco, y en la sociedad literaria de Madrid en vísperas de la guerra siguió siendo, entre hijos de buena familia con inclinaciones izquierdistas, damas de sociedad y diplomáticos, el campesino moreno y exótico, el inocente y bondadoso que llevaba alpargatas y pantalón de pana que podía ser entrañable, pero no siempre era invitado a las reuniones de buen tono. Miguel Hernández, que persiguió con calculada adulación y sincero fervor a tantos de sus contemporáneos -la adulación y el fervor, en su caso, eran compatibles-, quizá no tuvo entre los literatos de Madrid ningún amigo de verdad salvo Vicente Aleixandre. En la intemperie de su vida había una soledad que no aliviaba nadie: Ya vosotros sabéis / lo solo que yo voy, por qué voy yo tan solo. / Andando voy, tan solos yo y mi sombra. Provocaba incomodidad, cuando no abierto rechazo. Rafael Alberti en verso y María Teresa León en prosa le atribuyen sin demasiados eufemismos un olor poco adecuado para las cercanía sociales. García Lorca no se presentaba en una casa si sabía que Miguel Hernández estaba en ella. Llamó por teléfono a Aleixandre con la intención de ir a visitarlo, y al enterarse de la presencia de Hernández no se contuvo: "Échalo".

De todo aquel grupo, sólo él conoció de primera mano el trabajo manual, sólo él pasó hambre al llegar a un Madrid en el que se le cerraban todas las puertas y en el que daba vueltas por las calles con el estómago vacío y con una carpeta de versos mecanografiados bajo el brazo, esperando a ser recibido por alguien importante, esperando a que apareciera en un periódico una entrevista prometida, a que le llegara un giro con algo de dinero que le permitiese prolongar un poco más la espera. Llegó la guerra y también fue él quien la conoció de cerca y de verdad, por decisión propia. Para entonces había empezado a disfrutar algo de lo tanto tiempo esperado, la visibilidad que le trajo la publicación de El rayo que no cesa, celebrado públicamente nada menos que por Juan Ramón Jiménez en el diario El Sol, lo cual equivalía a una consagración. En la guerra, Miguel Hernández entra en posesión de todas sus mejores facultades como poeta y como militante político, pero también en eso lo acompañan el malentendido y la leyenda, la dificultad de encajar en los estereotipos de nadie. Su evolución política no es menos chocante que la rapidez de su maduración literaria: en 1935 aún escribía poemas y conatos de autos sacramentales influidos por el catolicismo entre místico y fascista de su amigo Ramón Sijé; en septiembre de 1936 es miembro del Partido Comunista y cava trincheras recién alistado en el Quinto Regimiento. Pero tampoco cuadra, ni física ni metafóricamente, en la fotografía canónica de los poetas comprometidos con la causa republicana: vive con los soldados en los frentes, no en los despachos de la Alianza de Intelectuales. Y cuando en 1939 todo se derrumba, él se queda vagando en la intemperie de Madrid mientras casi todos los demás encuentran el camino del exilio. No hubo plaza en ningún avión ni pasaporte de última hora para quien había puesto su vida entera, su nombre y su literatura al servicio de la República; para quien no podría esperar clemencia de los vencedores ni tampoco esconderse en el anonimato.

Demasiado inocente o demasiado aturdido por la derrota, elige la peor huida posible y va a meterse él solo en la boca del lobo. Como Lorca buscando refugio en Granada, Miguel Hernández regresa con cabezonería suicida a su pueblo y a la cercanía de su mujer y su hijo, y en septiembre de 1939, ni siquiera con 29 años cumplidos, cae en la red de las cárceles y los procesos sumarísimos para no salir ya nunca. Nadie mejor que los paisanos y los convecinos de uno para abatirlo a traición con la quijada de Caín. El trato que recibe de los vencedores -civiles, militares, eclesiásticos- revela la catadura de un régimen construido expresamente sobre la venganza de clase. Miguel Hernández es el retrato robot del vencido, el enemigo perfecto.

Pero su martirio real no nos exime de la necesidad de mirar su figura completa como escritor y como hombre, que es mucho más rica que todos los estereotipos levantados sobre ella. Vivió en su tiempo, no en el nuestro. Hizo poemas a la Virgen María y también los hizo a Stalin. Cuando la cultura predominante en España era la antifranquista, Miguel Hernández fue elevado a un altar en el que convenía que destacara la parte más combativa de su obra, el estatuto de poeta voluntariamente popular que él asumió con todas las de la ley en los años de la guerra y que culmina en Vientos del pueblo; también, aunque en menor medida, en El hombre acecha, donde tan visible como la militancia política es el desaliento por la carnicería y la destrucción que ya duran demasiado, el puro espanto ante lo peor de la condición humana: Se ha retirado el campo / al ver abalanzarse / crispadamente al hombre.

Pero en la ansiosa modernidad de los años ochenta, de pronto, ya no había sitio para Miguel Hernández: los mismos rasgos que habían contribuido a su consagración ahora lo volvían anacrónico. En un país donde no hay actitud intelectual más celebrada que el desdén, nada era más fácil de repente que desdeñar a Miguel Hernández: había que ser cosmopolitas, y él resultaba demasiado autóctono; neuróticamente urbanos, y Hernández parecía demasiado rural; adictos a las modas capilares e indumentarias, y él permanecía congelado en su cabeza rapada y sus ropas de pana. En una época, los años ochenta, en la que estaba de moda despreciar con un mohín a Antonio Machado, Miguel Hernández tenía algo de antigualla embarazosa. No era un poeta: era una letra de canción anticuada.

Quizá ahora estamos en condiciones de mirarlo como fue y de leer de verdad su poesía, más allá de los pocos poemas que algunos recordamos todavía, los que se hicieron célebres en la resistencia y en la primera transición. El trabajo acumulado de los biógrafos -Agustín Sánchez Vidal, José Luis Ferris, Eutimio Martín- nos permite un conocimiento sólido de una vida demasiado breve y mucho más rica en pormenores y resonancias que cualquier estereotipo: la vida no de un inocente, ni de un buen salvaje exótico, ni la de un santo, sino la de un hombre que sobreponiéndose a circunstancias terribles logró hacer de sí mismo aquello que soñó desde que era un chaval pastoreando cabras: un poeta y un hombre en la plenitud de su albedrío.

En una literatura tan pudibunda y tan temerosa de lo sentimental como la española, él escribió sin reparo sobre el deseo sexual, sobre su ternura masculina de esposo y de padre. Su mejor poesía política conserva una fuerza de belleza y rebeldía que la hace muy superior a la de Neruda. Neruda no habría escrito jamás, por ejemplo, El tren de los heridos. Le faltaba empatía verdadera hacia los seres humanos, y no había compartido sus padecimientos. Neruda se declaró siempre maestro de Hernández, y sin duda lo fue en algún momento, pero yo tengo la sospecha de que el Canto General le debe a Vientos del pueblo mucho más de lo que el propio Neruda habría estado dispuesto a reconocer. En Miguel Hernández lo más íntimo y lo más político, la emoción privada y la arenga pública, se conjugan más estrechamente que en ningún otro poeta. Y en el Cancionero y romancero de ausencias, la hondura y el despojo provocan un estremecimiento que es el de las cimas más solitarias de la literatura, el del Libro de Job y las Coplas de Jorge Manrique y François Villon y Fray Luis de León y la Balada de la cárcel de Reading y Antonio Machado. Toda retórica ha sido abolida, todo rastro de amaneramiento. Los versos tienen a veces una impersonalidad desnuda de poesía popular, de letra flamenca o de romance antiguo; en ellos se nota la doble sombra triste de Machado y de Lorca, los otros dos poetas aniquilados por la guerra: Písame,/ que ya no me quejo./ Ódiame,/ que ya no lo siento./ No me olvides/ que aún te recuerdo/ debajo del plomo/que embarga mis huesos.

Demasiado viene durando ya la espera. Ahora que va a hacer un siglo que nació ha llegado el tiempo de leer a Miguel Hernández.
http://www.elpais.com/articulo/portada/Nacido/luto/elpepusoceps/20100307elpepspor_7/Tes?print=1

viernes, 5 de marzo de 2010

Mediascopio Prensa

¿Qué es?
La educación del siglo XXI integra contenidos y orientaciones que buscan desarrollar en el alumnado habilidades imprescindibles en la era digital, tales como la capacidad de leer textos, comprenderlos y expresar las ideas de forma clara y simple; la búsqueda crítica y selectiva de información; la capacidad de pensar independientemente, de expresar la propia opinión mediante argumentos válidos y de resolver problemas generando nuevas ideas.

El Ministerio de Educación, en el contexto del convenio con la Asociación de Editores de Diarios de España (AEDE), ha puesto en marcha el Proyecto de Fomento de la Lectura de la Prensa Escrita en el aula, que intenta ofrecer a la comunidad educativa recursos para el desarrollo de estas habilidades.

Se considera que el fomento de la lectura de la prensa escrita en el aula es una buena herramienta para que, a partir del análisis de la actualidad, el alumnado desarrolle su conciencia ética frente a la realidad del mundo actual y adquiera unos valores cívicos fundamentales. Igualmente, se espera que el fomento de la lectura de la prensa escrita en el seno familiar favorezca la participación de la familia en tareas educativas tan importantes como las de incitar a un uso adecuado y saludable de los contenidos que ofrecen los diferentes medios de comunicación.