lunes, 20 de agosto de 2012

Encontrarse, perderse

No sé qué me gusta más de ir por las ciudades, si encontrar sin dificultad el sitio que voy buscando o perderme en la búsqueda y encontrar entonces algo que no había previsto, pero que puede gustarme más aún. Ya sé que con Google Maps y con el iPhone perderse se ha vuelto un anacronismo. Pero hay anacronismos que tienen no sólo su encanto, sino también su utilidad. Hasta hace muy poco parecía que caminar por las ciudades era un anacronismo, comparado con la modernidad de ir en coche por ellas. Los urbanistas se pusieron en contra de que en las ciudades hubiera distancia abarcables a pie. Eso me recuerda al arquitecto Saenz de Oiza, al que le escuché una vez decir en una conferencia que ya estaba bien de sentimentalismos, que el porvenir de las ciudades era Los Angeles, porque había habido un tiempo en el que las ciudades tenían el tamaño de ir a pie, y luego el de ir a caballo, y que ahora tenían que adaptarse a la velocidad del coche, y santas pascuas. Y como decía Gila, el que no aguante una broma que se vaya del pueblo. También dijo una cosa estupenda: dijo que ahora-entonces- la gente se entera de la realidad viendo la televisión, no mirando por la ventana, como en el pasado lamentable, así que en la arquitectura contemporánea las ventanas carecían de toda importancia.
Pero me he perdido. Me ha pasado como con las calles de Amsterdam. Que unas veces me parece que ya he estado en un sitio -un canal, un puente, una torre puntiaguda de iglesia al fondo- y resulta que no he estado, y otras veces pienso que no sé dónde estoy y un pequeño detalle -una escultura, el letrero de una tienda- me advierten que sí sé donde estoy, pero que he cambiado de esquina, así que lo familiar me ha parecido distinto.
El resultado es un disfrute permanente. Disfruto de llegar a donde iba, con mi mapa y sin iPhone, y disfruto también de perderme. Hoy, por ejemplo, gracias a que me había perdido, he encontrado por fin algo que echaba de menos en la ciudad, y que me parecía un defecto grave: una buena heladería. Y como era tan buena y llevaba tanto tiempo sin tomar helados y me he comprado uno de cucurucho con dos bolas y hacía tanto calor he tenido que tomármelo a toda velocidad para que no se derritiera. Y gracias también a ese extravío he descubierto el extraordinario Westerpark, y cerca de él una barriada de viviendas sociales con una arquitectura contemporánea de mucha calidad, con imaginación y solidez, afortunadamente anacrónicas: tienen ventanas estupendas, están conectadas con el corazón de la ciudad por calles transitables a pie y carriles de bicicleta.
Y cuando ya estaba resignado a haberme perdido, he doblado una esquina y he encontrado lo que buscaba: una plazoleta que se llama Watertorenplein. Cerca de ella pasa un canal inundado de bambúes. Hay un depósito futurista de agua -por la indicación de un vecino deduzco que es la Watertoren del nombre-, unos bloques de viviendas con muchos jardines, unos edificios de ladrillo industrial como de principios del siglo pasado. Por el barrio se ven emigrantes musulmanes, probablemente marroquíes. Y me siento en un banco a descansar de la caminata y a ver pasar ciclistas y tranvías.

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La somalí Samia Yusuf Omar, de Pekín 2008 a morir en una patera

La somalí Samia Yusuf Omar, de Pekín 2008 a morir en una patera

La deportista africana intentaba llegar a Italia para entrenar y poder participar en Londres 2012

EFE Madrid 20/08/2012 12:55 Actualizado: 20/08/2012 13:09


La somalí Samia Yusuf Omar había conmovido al mundo con su carrera en los 200 metros en los Juegos Olímpicos de Pekín, donde llegó última, pero demostró el verdadero espíritu olímpico, pero no pudo repetir su participación en Londres pues murió en el intento de llegar en una patera a las costas italianas.
La triste historia de Samia ocupa hoy las primeras páginas de los medios de comunicación italianos que citan las declaraciones de algunos de sus compatriotas somalíes, que aseguran que la atleta se embarcó en Libia con dirección a Italia buscando una nueva vida, pero murió en la travesía.
El mediofondista somalí Abdi Bile, medalla de oro en los 1.500 metros en el Mundial de atletismo de Roma, en 1987, fue el encargado de contar a la prensa durante una reunión del Comité Olímpico Nacional de Somalia qué había sido de aquella chica de 17 años que conmovió al público del estadio Olímpico de Pekín, que aplaudió su llegada en solitario a la meta con 10 segundos de retraso respecto al resto de las atletas.
"Ha sido una experiencia bellísima, he portado la bandera de mi país, he desfilado con miles de atletas del mundo", expresó Samia tras su experiencia olímpica al volver a Mogadiscio.
Samia Yusuf había seguido entrenando pese a todas sus dificultades
Por ello había continuado pese a todas las dificultades a entrenarse duramente en el destartalado estadio olímpico de la capital somalí para poder volver a participar en unos Juegos Olímpicos.
El entrenador de Sami, Mustafa Abdelaziz, confirmó al Corriere della Sera que la atleta se embarcó este verano en una patera para intentar llegar a Italia y seguir su carrera deportiva ante la falta de fondos de su país. Su madre, explicó Abdelaziz, vendió incluso un pequeño terreno para financiar su viaje y que pudiera así cumplir su sueño y tener una vida alejada de las guerras y la precariedad.
"Los supervivientes de ese viaje comunicaron la lista de las personas que habían fallecido durante la travesía y allí estaba su nombre (...). Nos quedamos helados. Sabíamos que el viaje hacia Occidente es peligroso, pero no nos podíamos imaginar que ella sería una de sus víctimas", agregó Abdelaziz.

Con sólo 17 años participó en los Juegos Olímpicos de Pekín

Samia nació en 1991. Era la mayor de seis hermanos, hija de una vendedora de frutas y su padre murió en uno de las múltiples conflictos que se viven en el país. Su amor por el deporte la llevó a practicar atletismo, pero también natación y baloncesto.
En mayo de 2008, Samia se coronó campeona africana de los 100 metros y con solo 17 años desembarcaba en Pekín para hacerse abanderada del lema del barón Pierre de Coubertin, lo importante no es ganar sino participar. El mar Mediterráneo acabó con todos sus sueños.

 http://www.publico.es/deportes/441184/la-somali-samia-yusuf-omar-de-pekin-2008-a-morir-en-una-patera